viernes, 25 de abril de 2025

CAPÍTULO XII

 Ivonne

Una vez que todos los clientes abandonaron el club me acerqué a Ètienne – Buff, me siento incapaz de recoger todo esto ahora – exclamé mirando con desgana los vasos medio vacíos desperdigados por mesas y sillas desordenadas – anda, siéntate conmigo un rato y descansamos, ya lo limpiaré más tarde – nos encaminábamos hacia la parte de la barra que se veía más limpia, pero me detuve a recoger cuatro hermosas copas de la mesa más cercana. - bueno, estas las guardo ya que son de cristal de Bohemia – expliqué mientras me encaminaba al fregadero.

- No me has dicho todavía qué te ha parecido mi actuación – la mirada de mi amigo observaba mis delicados gestos al enjuagar y secar con un paño mis apreciadas copas antiguas – no guardes esa dos – me pidió cuando ya las iba a dejar en una de las vitrinas del largo aparador tras la barra – vamos a tomarnos dos Bloody Mary tranquilos, y después te ayudo a ordenarlo todo.

- Has estado genial. Como siempre – mi mente ralentizada por el cansancio recordaba la actuación y mi respuesta fue sincera – Pero, …

- Sabía que habría un pero – me interrumpió mi amigo, yo le hice un gesto para que se callara, y continué. - Iba a decirte que por un momento había temido que te descontrolaras – nuevo gesto para que callara su objeción, yo no había terminado de hablar y le iba a agradecer su respeto con reverencia. - Sin embargo te portaste como un caballero y con maestría. Bravo Lestat, no has perdido ni un ápice de tu talento.

- Sabes que hace tiempo que no me desmadro en fiestas públicas – se justificó el vampiro mientras yo dejaba las copas sobre la barra y me dirigía hacia la repisa de la cafetera donde reinaba mi nueva liofilizadora – Aquellas excentricidades se quedaron en el escenario del teatro de París. Pero no hablemos del pasado, dejémoslo allí.

Empecé a verter el sanguíneo polvo en la coctelera a la que añadí vodka y cubitos de hielo, le iba a preparar a mi amigo un cóctel como es debido. El sonido de maracas al batir la coctelera con estilo atrajo la atención de Lestat que se había quedado fija en la liofilizadora

- ¿Es nuevo ese aparato? - me preguntó con extrañeza señalándola con la barbilla.

- ¿Aún no te habías dado cuenta? - le contesté a modo de respuesta.

- No, pero tampoco ha sido una noche para fijarse en detalles.

- Ya, pero es que la tengo desde el verano. Me la regaló Red Smart, me la trajo una noche cualquiera para hacerme un regalo. - le conté admirando mi pequeño electrodoméstico – no recuerdo que sinfín de circunstancias me contó que la habían llevado olvidada a su desván, y decidió que a mí me quedaría perfecta con la decoración vintage del club. Así que en lugar de escondida en la despensa como la antigua, la coloque allí para que luciera. Es bonita, ¿verdad?

Mi amigo me miraba atónito- no me lo habías contado – me reprochó como si no pudiera dar crédito a mi olvido.

- Pero si lo publiqué en la página del club – le contesté rotunda – Creía que ya lo sabías y no ha salido en la conversación hasta hoy. Deberías leerme más a menudo - me quejé.

- Ya sabes que no hago mucho caso de las redes sociales. - se conformó Lestat - Bueno, ahora que me acuerdo, tengo un bombazo de noticia que contarte, después de casi setenta años sin vernos que yo ya lo daba por muerto, hace dos noches me telefoneó Bastian. - el vampiro miraba a su alrededor mientras reorganizaba sus pensamientos - ¿Te ayudo a recoger mientras te lo cuento?

- Solo ayúdame a subir las sillas sobre las mesas – le agradecí su ayuda y nos levantamos para empezar esa rutina – mañana limpiaré antes de abrir el club. ¿Qué quieres contarme?

- Me anunció que viene para “acción de gracias” y he pensado celebrar esta fiesta al puro estilo americano, con una cena en familia. Invitaré a algún amigo más que junto con Carlos y mis licántropos sois lo más parecido a una familia para mí.

Mi amigo no me quiso contar detalles de a quién iba a invitar, dijo que sería una agradable sorpresa y se despidió. - Cuento contigo, Ivonne.

CAPÍTULO XI

 Ètienne

Víspera de Halloween. Mañana mucha gente, en especial niños y adolescentes, saldrán de sus casas con sus típicos disfraces de brujas, hadas, duendes, diablos e incluso vampiros, y caminarán por las calles de la gran ciudad, llamando a todas las puertas pidiendo sus respectivos dulces.

A mí personalmente me entretiene y me gusta esta fecha, puedo salir a la calle sin ocultar mi verdadero ser, a nadie le aterra ver a un vampiro, piensan que es un disfraz y eso me da mucha facilidad para cazar a mis presas.

Mi amiga Ivonne me invitó hoy a una fiesta de disfraces que haría en su club. Durante la noche se iba a llenar de clientes, así que me había pedido que por favor le ayudará detrás de la barra sirviendo copas. Como yo soy muy extravagante y siempre me gusta llamar la atención, saqué del baúl mis queridos utensilios de maquillaje de escena, quería darle una gran noche, que disfrutaran sus clientes de un gran espectáculo. Mi intención era la de bailar encima de la barra quitándome algunas prendas y servir las copas al estilo del “bar coyote”.

Una vez terminé de maquillarme, poniendo especial empeño en resaltar mis hermosos ojos, me vestí con la ropa que iba a usar para la ocasión, y me admiré en el espejo de mi dormitorio.

— Estas divina Ètienne, nadie se podrá resistir a tu encanto.

Lancé algunos besos al aire riendo divertido frente al espejo. No se qué estúpido escritor se inventó que los vampiros no reflejamos nuestra imagen en los espejos, la mía me devolvió mis besos sin ningún problema. Aún me faltaba un detalle, recordé mi viejo sombrero de plumas, quedaría perfecto para una noche como la de hoy, me lo coloqué y haciendo unas últimas reverencias salí a la diversión.

Cuando llegué el club se veía lleno por lo poco que se podía percibir desde el cristal de la puerta. La música sonaba tan alta que las puertas vibraban, sin duda alguna esta iba a ser una gran fiesta. Me fui abriendo camino por ese mar de personas que bailaban y cantaban sin cesar. Cuando por fin llegué a la barra le di un par de besos a Ivonne que se alegró de verme.

- Bienvenido, Ètienne- me saludó sin dejar de servir las bebidas pendientes – ayúdame, estoy muy apurada.

- No te preocupes, querida – la calmé con mi voz más coqueta – se lo que tengo que hacer para entretener a la clientela.

De un salto me subí a la barra. Comencé a bailar al ritmo de la música. Eso hizo que la gente inmediatamente pusiera toda la atención sobre mí persona, dejando a la pobre Ivonne más aliviada en su trabajo.

Algunos de los clientes empezaron a bailar conmigo jaleándome con gritos y silbidos, otros aplaudían mis movimientos pidiéndome que no parara. Yo me paseaba sexy a lo largo de la barra, para que todos disfrutaran de mi. Con gestos sensuales me fui despojando de los guantes al estilo Gilda - quítatelo todo – exigieron los más audaces. Yo les mandé besitos acercando dos dedos a la cinturilla de mi pantalón. Inicié con descaro el gesto de ir a quitármelos, pero les guiñé un ojo mientras mis dedos les decían que no.

Al terminar la canción le pedí un micrófono a Ivonne que me lo trajo en seguida. Pregunté al público si preferían que les hiciera un striptease o que les cantará. Un maremoto de voces pidió al unísono las dos cosas.

- Maestro, “You can leave your hat on” - le solicité al pianista y empezó a sonar esa canción perfecta para mostrar mi sensualidad. Me dejé llevar por sus cálidas notas, que movían mi cuerpo en libertad. Mi dulce voz se dejó escuchar cuando las demás se apaciguaron para disfrutar la actuación. Poco a poco fui despojándome de mi camisa de rico brocado, y después del pantalón aterciopelado. Los silbidos eran atronadores, tenía que apaciguar los ánimos, así que para terminar fingí quitarme, sin hacerlo, la prenda que tapaba mi intimidad que cubrí con mi sombrero con falsa timidez. Al principio los clientes abuchearon mi decisión, pero rompieron a aplaudirme y, mientras bajaba de la barra y me volvía a vestir, la nueva canción los devolvió a su asuntos. Había hecho bien en no completar mi striptease, sabía que Ivonne no quiere darle ese ambiente a su club, y yo no quería que se enfadara conmigo.

CAPÍTULO X

 

Ivonne

Siempre me reía cuando Ètienne gestualizaba esta frase, ejemplo claro de su sarcasmo. Era buen actor y sabía conducir a los espectadores por el camino que le interesaba. Recuerdo en el teatro cómo los dejaba reírse a gusto y cuando se iban calmando concluía su actuación con voz de quien no ha roto un plato en su vida: “Me limpié la sangre de los labios, fui a buscar a mis perros que aún jugaban felices, los sujeté con las correas y desaparecí del parque entre las sombras para llegar a mi mansión bien feliz y satisfecho”. Mi amigo sabía muy bien cómo provocar una nueva ovación acompañada de carcajadas.

- Eres un crack- le dije mientras me secaba una lagrimita de risa. Hacía un momento que ya habíamos detenido nuestro caminar - creo que siempre me reiré cuando cuentes esta historia.

- Bueno, pero no está terminada- alegó Ètienne - falta tu parte, falta que cuentes nuestro encuentro.

- Eso no formaba parte de la actuación - me excusé - yo sólo lo contaba entre amigos.

Llegó ese segundo de silencio que indicaba despedida.

- Además se he hecho tarde, - argumenté – el alba se acerca y a mi me apetece pasear tranquila de vuelta a casa. - mi amigo asentía, le pregunté - ¿nos vemos en acción de gracias?

- Quizás antes – me contestó mientras me besaba ambas mejillas y empezaba a caminar.

Un gesto de adiós con mi mano inició mis pasos, que dejaban atrás la velada pero no el recuerdo que bullía todavía en mi mente, porque aquella noche Parisina cambió por completo mi vampírica existencia. Siempre había sabido camuflarme entre humanos lo suficiente para librarme de la soledad sin despertar sospechas, pero por primera vez en más de cuatro siglos, había descubierto a alguien como yo, a un vampiro.

Aquella noche en cuestión yo libraba de mi trabajo de camarera en el Pigalle por descanso semanal. Había decidido salir de caza para darle un poco de acción a mi arco. Tengo muy buena puntería con esa arma y mis flechan siempre dan en el blanco. De vez en cuando me acerco al Bois de Boulogne para practicar retos más que en busca de sangre. Es una leyenda urbana que los vampiros necesitemos beber sangre para sobrevivir en la eternidad, obviamente no necesitamos alimentar nuestro cuerpo. Sin embargo admito que es un inmenso placer saciar nuestra sed de ese espeso líquido. Sentir nuestras venas repletas de ese manjar nos procura una satisfacción comparable únicamente a un orgasmo. Es por eso que muchos vampiros no controlan ese deseo adictivo y dan rienda suelta a su naturaleza, que nuestra conciencia moral admite sin reproches, pero son los menos en la actualidad, yo misma sólo cazo alimañas y aseguro que las muertes por vampirismo son mínimas comparadas con los crímenes entre humanos.

Como bien contaba Ètienne aquella noche era extrañamente solitaria. Llegué al bosque como siempre desde el oriente, me acercaba al lago cuando observé que un perro enorme estaba bebiendo agua y enseguida otro igual, pero quizás más pequeño, se le unió. Me detuve en seco, aquellos perros eran de raza, su dueño debía de estar cerca. Mi instinto de cazadora me tranquilizó, el viento me daba en la cara, yo podía olerlos, pero ellos a mí no. Agazapada tras un arbusto pude ver la escena que mi amigo acababa de narrarme fielmente. Observaba hipnotizada a ese vampiro de cabellos dorados, que parecía hablar sólo y que ejecutaba su matanza como si fuera un ritual, como si estuviera actuando. Cuando llamó a sus perros y se dispuso a abandonar el parque, lo seguí, no podía hacer otra cosa, necesitaba saber quién era ese vampiro.

Lo vi desaparecer por la puerta lateral de un gran edificio que anunciaba un teatro de variedades. Mientras estuve esperando, mucha gente corriente entró y salió por la puerta principal, pero no el vampiro que, puesto que la puerta lateral permaneció cerrada todo ese tiempo, deduje que debía de vivir allí. Yo no me había atrevido a entrar, mi traje de amazona cazadora hubiera llamado la atención, y mi instinto me decía que, si cruzaba esa puerta sin saber que me iba a encontrar dentro, mejor iba vestida de forma que pudiera pasar desapercibida.

-Ya volveré mañana – decidió mi pensamiento en voz alta.

CAPÍTULO IX

 Ètienne

Empecé mi relato de mala gana:

- Cómo cada atardecer, una vez que el sol se aleja y se esconde dando paso a la luna, salí de la oscuridad de mi féretro. Esa noche me fui directo para observar por una de las ventanas que dan a la torre del este del castillo ...

- ¿Pero qué dices, Ètienne? ¿me estás tomando el pelo?- Ivonne había interrumpido mi monólogo y me miraba con los brazos en jarras y el ceño fruncido- Cuando yo te conocí tú no vivías en un castillo, sino que compartías con Bastian el sótano del teatro.

- Muy cierto, perdóname- mi amiga se sabía el texto de memoria y no iba a dejarme pasar ni una- y no seas quisquillosa, ya voy a estar más atento.

- Desde la ventana escaparate del teatro, la noche se sentía agradable,- Continué mi relato corrigiendo mi error- el cielo estaba despejado bañado por las estrellas que resplandecían como diamantes, y podía observarse también que una pequeña brisa movía las hojas de los árboles. - acompañé la frase con un gesto teatral que imitaba el leve movimiento de las hojas.- Era una noche perfecta para pasear a mis perros. Me sentía pensativo por acontecimientos que de alguna manera me enfurecían, así que necesitaba algo que me mantuviera entretenido. Salí del local con ambos canes amarrados por sus correas y fui hasta el parque mas cercano, el Bois de Boulogne . - Ahora sí, Ivonne me miraba embelesada mientras continuábamos nuestro paseo- La noche era muy solitaria, no había nadie en el parque, sólo se escuchaba el crujir de las hojas de otoño y el de la graba bajo mis pies, coreados por el jadear de mis perros excitados por todos los olores del parque. Para que pudieran disfrutar los solté y deje que corrieran y olisquearan todo a su antojo. Mientras se entretenían, yo me dispuse a buscar mi cena. “No puede ser que no haya nadie apenas son las 9 de la noche”, me decía a mi mismo mientras caminaba por el parque sin otra compañía que mi sombra. Observé a una pequeña ardilla sujetar una nuez entre sus delicadas y finas patitas para luego echar a correr entre los árboles trepando hasta lo más alto. “Al menos tu encontraste tu comida” me dije en voz alta apoyado en el árbol observándola como comía la nuez en una de las ramas. Aunque no me detuve por mucho tiempo en observar aquello, seguí caminando despacio en busca de mi presa.

-Ahora viene lo bueno- me interrumpió Ivonne sonriendo el recuerdo de la escena por venir.

No me había alejado mucho,- continué mi relato- cuando empecé a escuchar a una pareja de novios que iban paseando unos metros delante de mi. Me acerqué a gran velocidad escondido entre unos arbustos. Iban tomados de la mano, totalmente relajados en su estúpido parloteo sin sospechar que un ser sanguinario y sediento de sangre caería sobre ellos. Empalagosamente se preguntaban por quién quería más a quién, y ella insistía pesada en que él le afirmara que nunca la dejaría y que estarían juntos para siempre. En mi rostro se formó una sonrisa de sumo placer. “Mira por dónde a falta de uno me llegaron dos”. Por suerte en un parque solitario no corría ningún riesgo. En cuanto tuve oportunidad solté a la mujer agarrando su brazo tirando de ella hacia mi. Le perforé la carne con mis afilados colmillos, succionando de su vena aquella sangre sabrosa que emanaba de su afilado cuello de cisne. El hombre intentó intervenir pero no logró nada, ya que lo lancé con fuerza de un empujón, y se dio un golpe en la cabeza contra un árbol quedándose aturdido.- todo el párrafo iba acompañado de los gestos teatrales tantas veces repetidos- Una vez que su corazón dejó de latir solté el cuerpo inerte de la mujer. Con un movimiento que se escapa a la vista de cualquier ser humano agarré por el cuello al hombre que aún yacía desmayado junto al árbol. Lamí sádicamente el hilo de sangre que brotaba por su frente, para después perforar su carne llevándome todo ese elixir de vida que saciaba mi sed.

Hice una pausa para comprobar el morbo con el que Ivonne estaba escuchando mis palabras. Efectivamente las imágenes relatadas seguían impresionándola a pesar del paso del tiempo. Continué la parte que estaba esperando.

- Al terminar fui a buscar el cuerpo casi inerte de la la mujer y los coloqué a ambos apoyados en ese mismo árbol, cogidos de la mano. Mientras sonreía, cruelmente pensaba

Deseo concedido, juntitos hasta el final”.

jueves, 24 de abril de 2025

CAPÍTULO VIII

Ivonne

Tardé en reaccionar el final del relato de Lestat. Me llevé las manos a la cara a la vez que bajaba la cabeza avergonzada, estaba verdaderamente arrepentida.

- Lo siento mucho, amigo. No quería entristecerte con esta historia que ocurrió hace casi 250 años.- mi amigo no me miraba, ni yo a él- y todo para satisfacer mi curiosidad insana. Perdóname, yo …

Una carcajada me interrumpió.- ¿De verdad Bloody Mary? ¿de verdad te doy pena? - el vampiro se estaba riendo de mí, y me llamaba con ese apodo que sabe que no me gusta- Dime cuánta, ¿ Cuánta pena te doy?- Estiró los brazos abiertos delante de mis narices como el pescador que exagera las dimensiones de su captura, y empezó a darme toques en la cara con una y otra mano para aturdir mi respuesta. - Venga, contesta, ¿cuánta penita te doy?- insistió, hablándome con la voz que se dirige a los niños pequeños.

Me libré de su juego repeliendo sus brazos con mi mano a la vez que me levantaba. Sabía lo que estaba haciendo. Como no le gusta compartir su emociones, me cambiaba las mías molestándome para que me enfadara y así finalizar el asunto de una manera mas favorable para él. Lo conocía muy bien, pero aún así me enfadé.

- ¡Ay!, Lestat, cómo eres- me quejé- yo sólo quería cambiarte el humor. Era yo la que estaba nostálgica y he acabado poniéndote triste a ti, … o eso creía yo – farfullé entre dientes, seguía molesta por su inexcusable ataque.

- No te enfades, Ivonne- concilió él a modo de disculpa- y dime, ¿qué ibas a hacer para cambiar mi humor?

- Algo que creo no me podía fallar- conectar de nuevo con lo que había planeado disipó de inmediato mi ceño fruncido- algo que nos trasladará directamente a nuestra época dorada- empecé a contar teatralmente mientras me acercaba a la gramola clásica que todavía conservaba el club. Relegada a la función de objeto decorativo todavía funcionaba, aunque hacía décadas que ya no era necesario introducir monedas para seleccionar una canción. Pulsé las teclas de mi elección- Ladies and gentelmen… - anuncié mientras la máquina salía de su olvido y comenzaba a trasportar el obsoleto single- con todos ustedes ...- añadí con el mismo énfasis acercándome a mi amigo hasta cogerlo de ambas manos y llevarlo al espacio libre de mesas y sillas delante de la barra. La música empezó a sonar y yo grité:

– Charlestón-

Empecé a marcar los pasos incitando a Lestat que se resistió apenas un segundo. Ya sabía yo que no se iba a negar a bailar conmigo ese ritmo que hacía furor en París en la época en que yo conocí a Lestat y durante apenas 15 años lo compartimos todo, sueños, inquietudes, alegrías y tristezas con sincera amistad. Breve fragmento temporal que sin embargo quedó anclado en nuestro recuerdo como una isla paradisíaca flotando en la eternidad.

La canción era larga, cuando la gramola enmudeció nuestra agitada respiración calmó las últimas risas. Durante el baile, los adictos al poker habían abandonado la mesa y se habían unido a nuestro baile los últimos pasos. Se disponían a marcharse ya, Mister Red Smart abonó generosamente la cuenta dejando el dinero sobre la barra.

- ¿Una nueva victoria?- le pregunté simpática . Me gusta ese anciano vampiro, con esa elegancia y amabilidad que me contagia paz – De nuevo la suerte me ha sonreído, mi Lady – afirmó mientras sostenía mi mano con reverencia acercándola a sus labios, pero sin llegar a besarla. Era su despedida habitual- Ha sido una noche encantadora, hasta la próxima.

Cuando se acabaron los adioses y se fueron miré a Lestat, parecía que también se preparaba para irse.- ¿Te quedas un rato? ¿un trago para el camino? - parecía más un ruego que una invitación.

- No, no, mejor te ayudo a recoger esto y me acompañas un paseo de vuelta a casa- me ofreció lo que venía a ser una práctica habitual. Muchas noches me esperaba a cerrar y luego dábamos un breve paseo para disfrutar el aire fresco previo al alba, a mitad de camino nos separábamos y cada uno se apresuraba a su refugio.

- No es necesario- decliné su oferta- mañana no abro el club y me dará tiempo a recogerlo tranquila.- Me dirigí a la puerta que sostuve abierta mientras él salía y la cerré tras él- pero mientras paseamos cuéntame la historia de la noche que te conocí. - la mirada de mi amigo me estaba llamando caradura – por favor, hace tiempo que no me la cuentas-

- ¿Y por qué no me la cuentas tú a mí?- me preguntó reclamando, pero yo lo corté tajante- porque tú la cuentas mucho mejor y más divertida-. Era una buena anécdota que disfrutábamos contándosela a los nuevos amigos. Había formado parte de nuestro repertorio teatral y nos sabíamos las frases casi de memoria. Pero hacía décadas que no la contábamos, quizás por la rutina en la que habíamos caído.

- En eso tienes razón, tú eres más sosa. - exageró el traspiés por el esperado empujón que se llevó por esa frase.

CAPÍTULO VII

Ètienne

No tenía ganas de recordar esa parte de mi vida que ya tenía olvidada. Volví la mirada hacia ella y le mostré una leve sonrisa. Me resultó encantador ver su rostro tan serio y ese gesto de juramento propio de una niña queriendo que satisfagan todas sus dudas. Suspiré profundamente negando con la cabeza sin borrar mi sonrisa.

Cómo eres Ivonne. Está bien te contaré... solo que no me parece justo lo que estás

haciendo. Yo tengo una duda sobre ti todavía y siempre evitas el contármela y no es justo eso...

Ivonne no supo que responder en ese momento, los dos nos quedamos cayados llenando la habitación bajo un silencio incómodo.

— No importa... — Dije rompiendo ese silencio. Aún me sentía molesto de que Ivonne evitara tanto contármelo, tanta intriga me mataba por dentro. Ambos desconocíamos cosas de los dos, sin embargo yo, aunque no sentía ganas, estaba dispuesto a hablar sobre mi vida pasada. Por otra parte hacía mucho tiempo que no estábamos juntos, y no era el momento de ponerme en plan rencoroso. No quería tampoco que una velada que había empezado tan bien terminara con mal sabor de boca. Miré de nuevo a Ivonne cuyo rostro no había cambiado en absoluto. Su semblante me pedía paciencia, ella sabía que yo me moría por conocer su historia, solo estaba esperando el momento adecuado y mi impaciencia estaba resultando molesta para ella. Me percaté de todo eso, no solo por el pesado suspiro que dio segundos después de mirarla a los ojos, sino porque tengo el don de saber lo que piensa y siente cualquier ser.

— No quiero estropear el momento Ivonne, discúlpame, ya sabes como soy, y lo impaciente que puedo ser cuando necesito conocer algo.

— Lo sé... No estoy molesta, Lestat, ya sé cómo eres. Pero de verdad entiende que sí te lo contaré en el momento justo.

Ivonne ya no mostraba gestos de broma ni de juego conmigo como había estado haciendo antes. Ahora estaba hablando en serio para que yo me relajara y notará que tarde o temprano conocería su historia.

Ya mas tranquilo comencé mi relato.

— Marius ... — Su nombre salió de mis labios con pesar, pero aún así seguí hablando — Así se llamaba mi creador. — me quedé en silencio recordando las preguntas que mi amiga quería saber y empezar a responderlas. — mmm veamos. Marius fue un vampiro muy viejo, casi de tu edad. Había viajado mucho por el mundo, era muy sabio, un poco de tu estilo.- Ivonne sonrió el cumplido- Cuando me convirtió, ya sabes que Nicolás y yo teníamos 21 años en ese momento, no recuerdo la fecha exacta, lo que sí recuerdo era que nevaba, esa noche había sido de las mas frías que tuvimos ese invierno en Auverne, sin duda alguna. Esa misma noche nos habíamos refugiado en una casa de madera abandonada. Olía espantoso ese lugar, lo recuerdo muy bien, debido a lo frío y húmedo que estaba. Incluso algunas partes de la pared estaban cubiertas de moho, pero no nos importó cualquier cosa era mejor que estar ahí afuera. Pensábamos pasar allí la noche, y temprano de día llegar a casa.

Hice una pausa pidiendo a Ivonne otro de sus cócteles, la garganta se me había quedado seca de tanto hablar y recordar. Ivonne se levantó con una sonrisa pintada en el rostro, estaba disfrutando mi relato. Preparó el cóctel rápido para seguir escuchándome cuanto antes, y lo trajo a la mesa colocando la copa frente a mí. Mientras ella volvía a su asiento, yo le di un sorbo a mi copa para humedecer mi garganta.

— Bueno ¿dónde me quedé?

— En la casa abandonada

— Ah sí.- ordené mis recuerdos- Durante la oscura y larga noche se escuchaba el silbido estremecedor del aire, un aire que golpeaba con fuerza la puerta de la casa, parecía que en cualquier momento la tumbaría. Mi amigo y yo no parábamos de temblar por el frío. A pesar de esto, los dos sentados en el suelo abrazados, tapándonos con los abrigos como si fueran mantas, conseguimos quedarnos dormidos. Hasta ahí todo estuvo bien, y hubiera seguido así de no ser por un tronar en la puerta, que nos despertó de sobresalto. Esos golpes sonaban más fuertes que el viento. Recuerdo que empezamos a temblar máagitados ya no solo de frío, sino también de miedo. Sabíamos que algo o alguien había detrás de la puerta. Rezamos pidiendo que resistiera, pero fueron inútiles nuestros oraciones. En un último golpe la puerta cayó desplomándose con fuerza contra el suelo. Un aire helador nos reveló la silueta oscura de alguien que nos observaba desde el marco de la puerta.

Ivonne me miraba expectante mientras yo le daba otro sorbo a mi copa para tranquilizarme. Mi mano temblaba al sujetar el cóctel. Imágenes de aquel rostro aterrador venían a mi mente, y su recuerdo me había devuelto aquel escalofrío lleno de miedo que sentí cuando vi al vampiro por primera vez. Dejé con dificultad la copa de nuevo en la mesa.

— se acercó a nosotros en silencio caminando despacio,- continué mi relato- el eco de sus zapatos en el suelo me estaba volviendo loco, apretaba mis ojos cerrados. Tanto Nicolás como yo queríamos que todo terminara, Cuando estuvo lo suficientemente cerca, sentí sus afilados colmillos penetrar mi carne, me estaba succionando la vida. Perdí el conocimiento rápido y Nicolás no pudo hacer nada para evitar por el terror que sentía, solo podía ver cómo aquel ser se alimentaba de mí. Después ya sabés lo que sigue — Vol la mirada hacia el compungido rostro de Ivonne — El vampiro me dio a beber de su propia sangre para después, mientras yo me retorcía de dolor convirtiéndome en lo que soy ahora, él hacía lo mismo con Nicolás.

Terminé lo que quedaba de mi copa. — Hacía años que no volvía a revivir todo esto ... — dije desviando la mirada de Ivonne con un aire de incomodidad en mi cuerpo. Como si todo hubiera pasado al día anterior, esa parte de mi vida siempre la

recordaba como una pesadilla.

CAPÍTULO VI

 Ivonne

Empecé a bailotear un vals alrededor de Lestat – no, no, amigo mío – dije girando sobre mi misma hasta quedar frente a él – no te hagas el loco, no puedes dejarme así- le dediqué una afectada reverencia para finalizar mi baile.

- A ver, ¿Qué  más quieres que te cuente?- me preguntó acercándose a sentarse a una de las mesas frente al escenario – ya lo sabes todo sobre el teatro, venías mucho por ahí. - enfatizó molesto, era evidente que no quería seguir hablando, seguramente los recuerdos lo habían entristecido.

- Fui muy feliz en ese teatro, eran buenos tiempos- me senté junto a él – y yo con aquel número que tanto exaltaba a los asistentes, ¿te acuerdas?-

Asintió con un gesto de cabeza. - ¿Cómo me voy a olvidar? - una amplia sonrisa alegró su cara – Tú, con aquel vestido medieval, disparando flechas en diferentes posturas contra una diana con las caricaturas de los gobernantes que amenazaban la estabilidad de la paz en Europa. - se le notaba que era un grato recuerdo- y el publicó gritaba pidiendo otra, otra, otra…

- El que más disparos recibía siempre era Hitler- finalicé yo cuando el silencio se alargó.

- Tienes muy buena puntería, amiga.- me alabó Lestat

- Son décadas de práctica- le quité importancia – recuerda que soy casi un siglo mayor que tú- noté por su cara que mi amigo me iba a gastar una de sus bromas por mi edad, así que lo corté de inmediato- si bien es cierto que en esta eternidad, tú siempre despertarás siendo un año más viejo que yo.-

Ètienne bromeó el gesto de haber recibido el disparo de mis palabras - ¿sabes que mi nombre significa “arquera”?. - Le pregunté cambiando a un tono más cordial.- Es como si mi padre me hubiera destinado buena puntería cuando eligió mi nombre.

El silencio parecía poner fin al tema, pero yo no estaba dispuesta a rendirme- no es del teatro de lo que yo quería hablar, amigo- retomé mi anterior petición- cuéntame quién os convirtió en vampiros, ¿Cómo ocurrió?, ¿dónde?, ¿cuándo? -

Mi mirada era implorante, pero Ètienne no parecía dispuesto a seguir hablando- Venga, ¿por qué no?- argumenté para convencerlo -si sacias mi curiosidad ahora que lo has nombrado, ya nunca más hablaré de este tema si no lo haces tú primero. - Alcé muy seria mi mano a modo de juramento- Lo prometo.

CAPÍTULO V

Ètienne

Me senté en una de las banquetas que estaban en la barra, mientras Ivonne preparaba dos de aquellos sabrosos cócteles especiales. En la espera, mi mirada vagaba por los estantes llenos de botellas de licor. Al llegar a los estantes del fondo percibí que una de ellas tenía forma de violín, y mi mente voló al pasado con el recuerdo de un amigo de la infancia.

— Ivonne cuando puedas pásame la botella esa que está allí por favor- dije señalando con el dedo índice la botella, fija la mirada en mi amiga.

— ¿la qué tiene forma de violín?- Preguntó ella volteando el rostro caminando hasta el estante para acercármela

— Sí, esa misma

Una vez la tuve en mis manos, mi rostro en el reflejo de la botella empezó a desvanecerse, apareciendo en su lugar el rostro de mi amigo. Me quedé unos segundos en silencio con semblante melancólico.

— ¿Ocurre algo Marqués?- Preguntó Ivonne, que no había dejado de observarme desde que me acercó la botella, interrumpiendo así el silencio que había invadido el local.

— Estaba recordando a Bastián. ¿Te acuerdas de él? lo conociste en París.

— Tu amigo de la infancia.- contestó Ivonne- Claro que lo recuerdo, no podría olvidarlo, formamos un trío inseparable en aquella época. Era un artista con el violín- acercó las copas ya preparadas— Cuéntame, siempre he tenido curiosidad de saber de vuestra vida antes de llegar a París.

Una sonrisa se formó en mi rostro al empezar a recordar lo que le iba a contar a Ivonne. Venían a mi mente recuerdos e imágenes junto a mi amigo, estaban algo borrosas pero aún así las recordaba con añoranza

— Está bien te contaré para que veas que yo sí comparto mi vida a pesar de que tú no quieras decirme el por qué de tus colmillos de perlas

Ivonne dio un chasquido con la lengua de protesta.

— Mira que eres pesado con eso ...- se quejó- Te lo contaré cuando sea el momento.

Dio un sorbo a su cóctel y se puso a escucharme atentamente.

— Bastián y yo nos conocíamos desde niños. Crecimos juntos en Normandía- empecé a contarle-. A él le fascinaba la música y a mí la interpretación. Es verdad que yo tocaba un poco el piano, pero él era un auténtico virtuosa del violín. Lamentablemente éramos pobres y no teníamos los recursos necesarios para poder cumplir nuestros sueños… tampoco podíamos contar con la aprobación ni la ayuda de nuestros padres, que eran muy estrictos aparte de no poder aportarme el dinero necesario, después de todo sólo trabajaban las viñas del monasterio de San Michel.

 Di un sorbo a mi bebida para ordenar mis recuerdos- Nuestra vida cambió por completo cuando teníamos veinte años. Sin saber muy bien cómo pasó, una noche fría de invierno un vampiro nos convirtió durante el regreso a casa. 

 Había empezado a hablar y me di cuenta de que no iba a dejar de hacerlo.

Al principio nos asustamos sin saber como sobrellevarlo. Pero en esta nueva vida, nos vimos obligados a dejar el hogar y nos dimos cuenta de que ya teníamos la posibilidad de ir a París y triunfar.

Acabé mí copa y empecé a jugar con ella pasándomela de una mano a otra antes de dejarla sobre la barra — Juntos fundamos aquel teatro…- nuevas imágenes llegaron a mi mente - Aún puedo percibir el sonido del violín cuando Bastián lo tocaba poniendo banda sonora a nuestras interpretaciones.

Me levanté de la banqueta, cerré mis ojos e imaginé que tocaba un violín tarareando la canción favorita de Bastián.

CAPÍTULO IV

 Ivonne

No me extrañó que los clientes del fondo hubieran salido de su lúdica abstracción para aplaudirnos, nos había salido genial. Me gustaba mucho esa canción y con Ètienne habíamos aullado a placer los coros dejando salir parte de la rabia acumulada y contenida en nuestra alma, porque los vampiros también tenemos alma que sufre y se alegra como la de cualquier mortal.

Agradecí los aplausos con cómicas reverencias, pero dejé el micrófono en el atril para acercarme al piano donde mi amigo había empezado a pulsar las teclas improvisando una nueva melodía. No me apetecía cantar más.

- ¿Emocionada?- me preguntó mirándome fijamente sin dejar de tocar. Había adivinado que me apetecía más conversar que cantar.

- Nostálgica- contesté yo – ya sabes que que soy mujer de recuerdos.

- Pesado bagaje- Ètienne seguía improvisando al piano.

- Parece que estemos interpretando Casablanca- los codos apoyados sobre el piano, inclinada hacía él parecía a punto de pedirle una canción.

- Sí- el vampiro de cabellos dorados sonrió la alusión- pero yo creo que en este momento nos pega lo de “Siempre nos quedará París”.

Años 20s, siglo XX. Por aquel entonces, la ciudad Luz se recuperaba de los estragos que había causado la Gran Guerra. Su esplendor perdido brillaba de nuevo con nuevo estilo y pensamiento.

- Siempre estaban vivas las noches parisinas- afirmé tras un momento de silencio compartido, ambos estábamos recordando – los bares, las terrazas, las calles siempre llenas hasta el amanecer. - hablaba deprisa, excitada por mis recuerdos - Músicos, pintores, escritores, hervían sus mentes con nuevos sonidos, nuevos colores, nuevas ideas …

- Y tú en medio de todos, reina de la barra de Pigalle- Ètienne añadió con su piano énfasis a su afirmación.

- Sí, la verdad es que me lo pasaba genial, aquellas noches en el Moulin Rouge.- me quedé por un rato callada anclada mi sonrisa al recuerdo – claro que entonces no nos conocíamos tú y yo. - puse fin a mi nostalgia para hacerle caso a mi amigo que había respetado mi silencio.

- Ahora sí que acepto uno de tus cócteles especiales- dijo Ètienne abandonando el piano para acercarse a la barra del club. - Creo que esta noche va a ser de recuerdos, mejor un trago para el viaje al pasado.