jueves, 24 de abril de 2025

CAPÍTULO VIII

Ivonne

Tardé en reaccionar el final del relato de Lestat. Me llevé las manos a la cara a la vez que bajaba la cabeza avergonzada, estaba verdaderamente arrepentida.

- Lo siento mucho, amigo. No quería entristecerte con esta historia que ocurrió hace casi 250 años.- mi amigo no me miraba, ni yo a él- y todo para satisfacer mi curiosidad insana. Perdóname, yo …

Una carcajada me interrumpió.- ¿De verdad Bloody Mary? ¿de verdad te doy pena? - el vampiro se estaba riendo de mí, y me llamaba con ese apodo que sabe que no me gusta- Dime cuánta, ¿ Cuánta pena te doy?- Estiró los brazos abiertos delante de mis narices como el pescador que exagera las dimensiones de su captura, y empezó a darme toques en la cara con una y otra mano para aturdir mi respuesta. - Venga, contesta, ¿cuánta penita te doy?- insistió, hablándome con la voz que se dirige a los niños pequeños.

Me libré de su juego repeliendo sus brazos con mi mano a la vez que me levantaba. Sabía lo que estaba haciendo. Como no le gusta compartir su emociones, me cambiaba las mías molestándome para que me enfadara y así finalizar el asunto de una manera mas favorable para él. Lo conocía muy bien, pero aún así me enfadé.

- ¡Ay!, Lestat, cómo eres- me quejé- yo sólo quería cambiarte el humor. Era yo la que estaba nostálgica y he acabado poniéndote triste a ti, … o eso creía yo – farfullé entre dientes, seguía molesta por su inexcusable ataque.

- No te enfades, Ivonne- concilió él a modo de disculpa- y dime, ¿qué ibas a hacer para cambiar mi humor?

- Algo que creo no me podía fallar- conectar de nuevo con lo que había planeado disipó de inmediato mi ceño fruncido- algo que nos trasladará directamente a nuestra época dorada- empecé a contar teatralmente mientras me acercaba a la gramola clásica que todavía conservaba el club. Relegada a la función de objeto decorativo todavía funcionaba, aunque hacía décadas que ya no era necesario introducir monedas para seleccionar una canción. Pulsé las teclas de mi elección- Ladies and gentelmen… - anuncié mientras la máquina salía de su olvido y comenzaba a trasportar el obsoleto single- con todos ustedes ...- añadí con el mismo énfasis acercándome a mi amigo hasta cogerlo de ambas manos y llevarlo al espacio libre de mesas y sillas delante de la barra. La música empezó a sonar y yo grité:

– Charlestón-

Empecé a marcar los pasos incitando a Lestat que se resistió apenas un segundo. Ya sabía yo que no se iba a negar a bailar conmigo ese ritmo que hacía furor en París en la época en que yo conocí a Lestat y durante apenas 15 años lo compartimos todo, sueños, inquietudes, alegrías y tristezas con sincera amistad. Breve fragmento temporal que sin embargo quedó anclado en nuestro recuerdo como una isla paradisíaca flotando en la eternidad.

La canción era larga, cuando la gramola enmudeció nuestra agitada respiración calmó las últimas risas. Durante el baile, los adictos al poker habían abandonado la mesa y se habían unido a nuestro baile los últimos pasos. Se disponían a marcharse ya, Mister Red Smart abonó generosamente la cuenta dejando el dinero sobre la barra.

- ¿Una nueva victoria?- le pregunté simpática . Me gusta ese anciano vampiro, con esa elegancia y amabilidad que me contagia paz – De nuevo la suerte me ha sonreído, mi Lady – afirmó mientras sostenía mi mano con reverencia acercándola a sus labios, pero sin llegar a besarla. Era su despedida habitual- Ha sido una noche encantadora, hasta la próxima.

Cuando se acabaron los adioses y se fueron miré a Lestat, parecía que también se preparaba para irse.- ¿Te quedas un rato? ¿un trago para el camino? - parecía más un ruego que una invitación.

- No, no, mejor te ayudo a recoger esto y me acompañas un paseo de vuelta a casa- me ofreció lo que venía a ser una práctica habitual. Muchas noches me esperaba a cerrar y luego dábamos un breve paseo para disfrutar el aire fresco previo al alba, a mitad de camino nos separábamos y cada uno se apresuraba a su refugio.

- No es necesario- decliné su oferta- mañana no abro el club y me dará tiempo a recogerlo tranquila.- Me dirigí a la puerta que sostuve abierta mientras él salía y la cerré tras él- pero mientras paseamos cuéntame la historia de la noche que te conocí. - la mirada de mi amigo me estaba llamando caradura – por favor, hace tiempo que no me la cuentas-

- ¿Y por qué no me la cuentas tú a mí?- me preguntó reclamando, pero yo lo corté tajante- porque tú la cuentas mucho mejor y más divertida-. Era una buena anécdota que disfrutábamos contándosela a los nuevos amigos. Había formado parte de nuestro repertorio teatral y nos sabíamos las frases casi de memoria. Pero hacía décadas que no la contábamos, quizás por la rutina en la que habíamos caído.

- En eso tienes razón, tú eres más sosa. - exageró el traspiés por el esperado empujón que se llevó por esa frase.

No hay comentarios: