viernes, 25 de abril de 2025

CAPÍTULO IX

 Ètienne

Empecé mi relato de mala gana:

- Cómo cada atardecer, una vez que el sol se aleja y se esconde dando paso a la luna, salí de la oscuridad de mi féretro. Esa noche me fui directo para observar por una de las ventanas que dan a la torre del este del castillo ...

- ¿Pero qué dices, Ètienne? ¿me estás tomando el pelo?- Ivonne había interrumpido mi monólogo y me miraba con los brazos en jarras y el ceño fruncido- Cuando yo te conocí tú no vivías en un castillo, sino que compartías con Bastian el sótano del teatro.

- Muy cierto, perdóname- mi amiga se sabía el texto de memoria y no iba a dejarme pasar ni una- y no seas quisquillosa, ya voy a estar más atento.

- Desde la ventana escaparate del teatro, la noche se sentía agradable,- Continué mi relato corrigiendo mi error- el cielo estaba despejado bañado por las estrellas que resplandecían como diamantes, y podía observarse también que una pequeña brisa movía las hojas de los árboles. - acompañé la frase con un gesto teatral que imitaba el leve movimiento de las hojas.- Era una noche perfecta para pasear a mis perros. Me sentía pensativo por acontecimientos que de alguna manera me enfurecían, así que necesitaba algo que me mantuviera entretenido. Salí del local con ambos canes amarrados por sus correas y fui hasta el parque mas cercano, el Bois de Boulogne . - Ahora sí, Ivonne me miraba embelesada mientras continuábamos nuestro paseo- La noche era muy solitaria, no había nadie en el parque, sólo se escuchaba el crujir de las hojas de otoño y el de la graba bajo mis pies, coreados por el jadear de mis perros excitados por todos los olores del parque. Para que pudieran disfrutar los solté y deje que corrieran y olisquearan todo a su antojo. Mientras se entretenían, yo me dispuse a buscar mi cena. “No puede ser que no haya nadie apenas son las 9 de la noche”, me decía a mi mismo mientras caminaba por el parque sin otra compañía que mi sombra. Observé a una pequeña ardilla sujetar una nuez entre sus delicadas y finas patitas para luego echar a correr entre los árboles trepando hasta lo más alto. “Al menos tu encontraste tu comida” me dije en voz alta apoyado en el árbol observándola como comía la nuez en una de las ramas. Aunque no me detuve por mucho tiempo en observar aquello, seguí caminando despacio en busca de mi presa.

-Ahora viene lo bueno- me interrumpió Ivonne sonriendo el recuerdo de la escena por venir.

No me había alejado mucho,- continué mi relato- cuando empecé a escuchar a una pareja de novios que iban paseando unos metros delante de mi. Me acerqué a gran velocidad escondido entre unos arbustos. Iban tomados de la mano, totalmente relajados en su estúpido parloteo sin sospechar que un ser sanguinario y sediento de sangre caería sobre ellos. Empalagosamente se preguntaban por quién quería más a quién, y ella insistía pesada en que él le afirmara que nunca la dejaría y que estarían juntos para siempre. En mi rostro se formó una sonrisa de sumo placer. “Mira por dónde a falta de uno me llegaron dos”. Por suerte en un parque solitario no corría ningún riesgo. En cuanto tuve oportunidad solté a la mujer agarrando su brazo tirando de ella hacia mi. Le perforé la carne con mis afilados colmillos, succionando de su vena aquella sangre sabrosa que emanaba de su afilado cuello de cisne. El hombre intentó intervenir pero no logró nada, ya que lo lancé con fuerza de un empujón, y se dio un golpe en la cabeza contra un árbol quedándose aturdido.- todo el párrafo iba acompañado de los gestos teatrales tantas veces repetidos- Una vez que su corazón dejó de latir solté el cuerpo inerte de la mujer. Con un movimiento que se escapa a la vista de cualquier ser humano agarré por el cuello al hombre que aún yacía desmayado junto al árbol. Lamí sádicamente el hilo de sangre que brotaba por su frente, para después perforar su carne llevándome todo ese elixir de vida que saciaba mi sed.

Hice una pausa para comprobar el morbo con el que Ivonne estaba escuchando mis palabras. Efectivamente las imágenes relatadas seguían impresionándola a pesar del paso del tiempo. Continué la parte que estaba esperando.

- Al terminar fui a buscar el cuerpo casi inerte de la la mujer y los coloqué a ambos apoyados en ese mismo árbol, cogidos de la mano. Mientras sonreía, cruelmente pensaba

Deseo concedido, juntitos hasta el final”.

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