Ivonne
Empecé a bailotear un vals alrededor de Lestat – no, no, amigo mío – dije girando sobre mi misma hasta quedar frente a él – no te hagas el loco, no puedes dejarme así- le dediqué una afectada reverencia para finalizar mi baile.
- A ver, ¿Qué más quieres que te cuente?- me preguntó acercándose a sentarse a una de las mesas frente al escenario – ya lo sabes todo sobre el teatro, venías mucho por ahí. - enfatizó molesto, era evidente que no quería seguir hablando, seguramente los recuerdos lo habían entristecido.
- Fui muy feliz en ese teatro, eran buenos tiempos- me senté junto a él – y yo con aquel número que tanto exaltaba a los asistentes, ¿te acuerdas?-
Asintió con un gesto de cabeza. - ¿Cómo me voy a olvidar? - una amplia sonrisa alegró su cara – Tú, con aquel vestido medieval, disparando flechas en diferentes posturas contra una diana con las caricaturas de los gobernantes que amenazaban la estabilidad de la paz en Europa. - se le notaba que era un grato recuerdo- y el publicó gritaba pidiendo otra, otra, otra…
- El que más disparos recibía siempre era Hitler- finalicé yo cuando el silencio se alargó.
- Tienes muy buena puntería, amiga.- me alabó Lestat
- Son décadas de práctica- le quité importancia – recuerda que soy casi un siglo mayor que tú- noté por su cara que mi amigo me iba a gastar una de sus bromas por mi edad, así que lo corté de inmediato- si bien es cierto que en esta eternidad, tú siempre despertarás siendo un año más viejo que yo.-
Ètienne bromeó el gesto de haber recibido el disparo de mis palabras - ¿sabes que mi nombre significa “arquera”?. - Le pregunté cambiando a un tono más cordial.- Es como si mi padre me hubiera destinado buena puntería cuando eligió mi nombre.
El silencio parecía poner fin al tema, pero yo no estaba dispuesta a rendirme- no es del teatro de lo que yo quería hablar, amigo- retomé mi anterior petición- cuéntame quién os convirtió en vampiros, ¿Cómo ocurrió?, ¿dónde?, ¿cuándo? -
Mi mirada era implorante, pero Ètienne no parecía dispuesto a seguir hablando- Venga, ¿por qué no?- argumenté para convencerlo -si sacias mi curiosidad ahora que lo has nombrado, ya nunca más hablaré de este tema si no lo haces tú primero. - Alcé muy seria mi mano a modo de juramento- Lo prometo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario