Ètienne
Víspera de Halloween. Mañana mucha gente, en especial niños y adolescentes, saldrán de sus casas con sus típicos disfraces de brujas, hadas, duendes, diablos e incluso vampiros, y caminarán por las calles de la gran ciudad, llamando a todas las puertas pidiendo sus respectivos dulces.
A mí personalmente me entretiene y me gusta esta fecha, puedo salir a la calle sin ocultar mi verdadero ser, a nadie le aterra ver a un vampiro, piensan que es un disfraz y eso me da mucha facilidad para cazar a mis presas.
Mi amiga Ivonne me invitó hoy a una fiesta de disfraces que haría en su club. Durante la noche se iba a llenar de clientes, así que me había pedido que por favor le ayudará detrás de la barra sirviendo copas. Como yo soy muy extravagante y siempre me gusta llamar la atención, saqué del baúl mis queridos utensilios de maquillaje de escena, quería darle una gran noche, que disfrutaran sus clientes de un gran espectáculo. Mi intención era la de bailar encima de la barra quitándome algunas prendas y servir las copas al estilo del “bar coyote”.
Una vez terminé de maquillarme, poniendo especial empeño en resaltar mis hermosos ojos, me vestí con la ropa que iba a usar para la ocasión, y me admiré en el espejo de mi dormitorio.
— Estas divina Ètienne, nadie se podrá resistir a tu encanto.
Lancé algunos besos al aire riendo divertido frente al espejo. No se qué estúpido escritor se inventó que los vampiros no reflejamos nuestra imagen en los espejos, la mía me devolvió mis besos sin ningún problema. Aún me faltaba un detalle, recordé mi viejo sombrero de plumas, quedaría perfecto para una noche como la de hoy, me lo coloqué y haciendo unas últimas reverencias salí a la diversión.
Cuando llegué el club se veía lleno por lo poco que se podía percibir desde el cristal de la puerta. La música sonaba tan alta que las puertas vibraban, sin duda alguna esta iba a ser una gran fiesta. Me fui abriendo camino por ese mar de personas que bailaban y cantaban sin cesar. Cuando por fin llegué a la barra le di un par de besos a Ivonne que se alegró de verme.
- Bienvenido, Ètienne- me saludó sin dejar de servir las bebidas pendientes – ayúdame, estoy muy apurada.
- No te preocupes, querida – la calmé con mi voz más coqueta – se lo que tengo que hacer para entretener a la clientela.
De un salto me subí a la barra. Comencé a bailar al ritmo de la música. Eso hizo que la gente inmediatamente pusiera toda la atención sobre mí persona, dejando a la pobre Ivonne más aliviada en su trabajo.
Algunos de los clientes empezaron a bailar conmigo jaleándome con gritos y silbidos, otros aplaudían mis movimientos pidiéndome que no parara. Yo me paseaba sexy a lo largo de la barra, para que todos disfrutaran de mi. Con gestos sensuales me fui despojando de los guantes al estilo Gilda - quítatelo todo – exigieron los más audaces. Yo les mandé besitos acercando dos dedos a la cinturilla de mi pantalón. Inicié con descaro el gesto de ir a quitármelos, pero les guiñé un ojo mientras mis dedos les decían que no.
Al terminar la canción le pedí un micrófono a Ivonne que me lo trajo en seguida. Pregunté al público si preferían que les hiciera un striptease o que les cantará. Un maremoto de voces pidió al unísono las dos cosas.
- Maestro, “You can leave your hat on” - le solicité al pianista y empezó a sonar esa canción perfecta para mostrar mi sensualidad. Me dejé llevar por sus cálidas notas, que movían mi cuerpo en libertad. Mi dulce voz se dejó escuchar cuando las demás se apaciguaron para disfrutar la actuación. Poco a poco fui despojándome de mi camisa de rico brocado, y después del pantalón aterciopelado. Los silbidos eran atronadores, tenía que apaciguar los ánimos, así que para terminar fingí quitarme, sin hacerlo, la prenda que tapaba mi intimidad que cubrí con mi sombrero con falsa timidez. Al principio los clientes abuchearon mi decisión, pero rompieron a aplaudirme y, mientras bajaba de la barra y me volvía a vestir, la nueva canción los devolvió a su asuntos. Había hecho bien en no completar mi striptease, sabía que Ivonne no quiere darle ese ambiente a su club, y yo no quería que se enfadara conmigo.

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